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del río frontero de la ciudad, y los mas infieles, ocupados y entretenidos en estas mismas poblazones, y en las tiendas del Parián de la ciudad, con mercaderías y todos oficios, y el mayor número dellos pescadores, canteros, carboneros, acarreadores, albañiles y jornaleros; de los mercaderes siempre se tuvo seguridad, por ser mejor gente y muy interesados, por razón de sus haciendas; de los otros no tanta, aunque fuesen cristianos, porque siendo gente pobre y codiciosa, á cualquiera ruindad se inclinarían; pero, siempre se entendió, que con mucha dificultad harían mudamiento, sin que viniese armada de la China con pujanza, en que pudiesen estribar. La plática iba cada día mas creciendo, y con ella la sospecha, porque aun algunos de los mismos Chinos, infieles y cristianos, por mostrarse amigos de los Españoles, y limpios de toda culpa, daban avisos de que había de haber levantamiento con brevedad, y de otras cosas á este propósito, que aunque á el gobernador parecieron siempre ficciones, y encarecimientos desta nacion, y no les daba crédito, tampoco se descuidaba tanto, que no se prevenía y velaba con disimulacion, para lo que podía suceder; procurando tener la ciudad guardada, y la soldadesca armada, y acariciados los Chinas mas principales y mercaderes, asegurándoles sus personas y haciendas, previniendo los naturales de la Pampanga y otras provincias de la comarca, para que proveyesen de arroz y otros bastimentos la ciudad, y viniesen á socorrerla con sus personas y armas, cuando fuese necesario. Lo mismo hizo con algunos Japones que había en la ciudad, como de todo esto se trataba con alguna publicidad, pues no podía ser en secreto, habiendo de ser con tantos; unos y otros se vinieron á persuadir, que la ocasion era cierta, y aun muchos ya la deseaban, por ver revuelta la feria, y tener en que meter las manos[1]. Comenzóse desde

  1. Esta observación de Morga se puede aplicar á otras muchas sublevaciones que ocurrieron después, no solo de Chinos, sino tam-