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Irredencion

Cuando los últimos convidados se despidieron, la princesa, recojiendo la falda de su vestido constelado de estrellas, atravesó los desiertos salones i se encaminó a su alcoba, echando, al pasar una postrer mirada a aquellos sitios donde, por su gracia i hermosura, mas que por su simbólico traje, habia sido durante algunas horas la reina de la noche.

Sentíase un tanto fatigada, pero, al mismo tiempo, alegre i satisfecha. El baile había resultado suntuosísima. Todo lo que la gran ciudad ostentaba de mas valía: la nobleza de la sangre, del dinero i del talento desfiló por sus salones, adornadas con deslumbradora magnificencia.

Pero la nota sensacional, la que arrancó frases de admiracion i de entusiasmo, era la de las flores, de un pálido matiz de aurora desparramadas con tal