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SESION DE 22 DE DICIEMBRE DE 1837

Irisarri [1], escribieron unánimes esta noticia, porque estaba fundada en hechos que no se pueden atribuir sino a la existencia de un verdadero entusiasmo por la causa de la restauracion. No hablemos de los puertos i pueblos pequeños, en donde confiesa Irisarri, que se notaron síntomas de esta favorable disposicion; contraigámonos al mismo Arequipa. La emigracion fué, es cierto, numerosísima; pero a Irisarri, como a todos, era conocido que no había sido orijinada por la buena voluntad de los emigrados, sino por las violencias cometidas por Santa Cruz, para separar a todos los habitantes del mas leve contacto con nuestro Ejército. Mas, apesar de la emigracion, Arequipa no quedó desierta. Hubo jente que saliese a recibir a nuestros soldados, con agua i con licores, para mitigar la sed producida por el cansancio del camino. Hubo jente que regase de flores la calle por donde entraron en Arequipa las primeras tropas restauradoras. Hubo jente que celebrase un auto de fé con la bandera sud-peruana, entregándola a las llamas en la plaza de Arequipa. Hubo jente que despidiese al Jeneral Herrera con gritos de indignacion, cuando se retiró de la ciudad, despues de la entrevista con el Jeneral Blanco. Hubo jente que espontánea i gratuitamente mandase repetidas veces a los cuarteles abundantes provisiones para nuestros soldados. Irisarri dice que esto podía ser efecto de la humanidad o medio de seduccion. Quisiéramos que nos citara ejemplos de pueblos humanos con los Ejércitos que consideran enemigos, i que nos esplicara cómo se seduce a los soldados, empleando como instrumentos a sus mismos jefes; pues, a éstos era a quienes se entregaban las provisiones mandadas a los cuarteles.

Sobre la opinion de Chuquibamba, es cierto que Espinosa escribió a Arequipa que le había sido contraria, hasta el estremo de haberle recibido a balazos los vecinos. Lo que ha habido en esto de positivo es que Espinosa encontró resistencia, no en los vecinos de Chuquibamba, sino en una montonera capitaneada por el Jeneral Tristan i el Sub-prefecto de Camaná, don José María Flores, i que ocupada la poblacion recibió mil pruebas de adhesion a nuestra causa.

Esto está apoyado en el testimonio de todos los oficiales que acompañaron a Espinosa. El mismo Espinosa escribió tambien a Arequipa, cuando se retiraba de Chuquibamba que el Jeneral Vijil, con la columna que había sacado de Lima, le perseguía mui de cerca, i había ocupado sucesivamente a Siguas i a Vitor. Despues se ha visto que ni la columna, ni su jefe, habían pasado de Majes, que dista 15 leguas de Siguas.

En cuanto a provisión del Ejército, Irisarri no negará, porque nadie puede negarlo, que se pasaban diariamente al Estado Mayor quinientos pesos, que ésta fué la cantidad pedida por los jefes de la expedicion, como necesaria para el rancho; i que fué entregada constantemente, con excepcion solo de cuatro o cinco dias, que fué erogada por la Comisaría del Ejército restaurador. Esta falta dependió de los rumores que solían esparcirse sobre la llegada del enemigo i la proximidad de una batalla. La ciudad toda se ponía en ajitacion, i no era posible proporcionar los quinientos pesos. Pero esto no sucedió mas que cuatro o cinco dias, en que, como hemos dicho, tuvo que hacer el desembolso la Comisaría.

Los quinientos pesos eran tan sobrados para el destino que se les daba, que no solo no se quejó jamas el Jefe del Estado Mayor de que fuesen insuficientes, sino que reservó en su poder algun residuo, que fué empleado en diferentes objetos. No hai duda que costaba algun trabajo proporcionar esta cantidad diaria, i que, como dice Irisarri, tenían los ayudantes chilenos que andar de oficina en oficina para recibirla; pero ni las calles de Arequipa estaban empedradas con pesos fuertes, para que no costase trabajo el adquirirlos, ni nadie ha contado jamas entre las calamidades de una campaña las andaduras de los oficiales.

A retaguardia no se había puesto efectivamente el número de raciones que deseaba el eneral en Jefe. Pero este no era obstáculo para retirarse; porque en Arequipa se las pudo proporcionar. Jamas se notó escasez de ningun jénero; i tan léjos estaban nuestros soldados de probar que comen ménos que los rusos, que todo el Ejército de Catalina II hubiera sacado el vientre de mal año, si pudiera haber puesto sus cuarteles de invierno en Arequipa. I no solo no había escasez, sino que era tal la abundancia, que el Ejército enemigo se abastecía de pan en aquella capital, como podía haberlo hecho en cualquiera ciudad que estuviese bajo sus armas. Si no se creía prudente hacer uso de la fuerza a fin de proveerse de víveres para la retirada, nada mas fácil que haberlos comprado, puesto que la Comisaría regresó a Valparaíso con algunos miles de pesos.

Por otra parte, no es necesario ser un Napoleon para conocer que hai mas dificultades para



  1. La disciplina i moralidad del Ejército son tales, que todo elojio es corto. El Ejército se recomienda de tal modo por sus virtudes en todas partes donde entra, que las jentes obsequian a los soldados como si fuesen maridos o hijos que volviesen a sus casas despues de una campaña larga i penosa. Todos los dias que hemos estado aquí han comido nuestros cuerpos en gran parte con los regalos que el pueblo les ha hecho. Han llegado a los cuarteles cholas con burros cargados de carne, papas, cebollas, ollas i la leña necesaria para hacer la comida; la han cocinado ellas mismas, la han repartido a los soldados, i se han vuelto alabando lo buena que es la jente de Chile. Las monjas, las señoras, i en fin, todas las clases del pueblo de Arequipa, se han comportado mui hospitalariamente con el Ejército. —Carta de Irisarri al señor Ministro del Interior. (Véase ademas El Araucano, de 21 de Noviembre, que contiene el parte dado por el Jeneral Blancode la ocupacion de Arequipa.)