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SESION DE 20 DE DICIEMBRE DE 1837

con tanto candor i tan sin máscara, que admira.


Parece que en la cara lleva escrito el nombre i los intereses varios que dirijen su pluma.


Santiago, Diciembre 24 de 1837. —Unos chilenos.




Núm. 506


Ilustracion del papel publicado por unos chilenos sobre tratados i guerra con el perú.[1]


El entusiasmo i buena acojida con que el público ha favorecido el impreso en que le trasmitimos nuestra opinion sobre la guerra i tratado, nos da lugar a creer que no tenemos una distinta de la suya i, de consiguiente, que se equivocan i engañan mucho los que, llevados de ofrecimiento, como los que nos presenta El Araucano se persuaden que la guerra es el voto de la mayoría de la nacion. Sin duda que un cierto número de individuos adictos a la opinion del Gobierno, las mas veces no es el mejor órgano para conocer la del público; i el mas seguro medio que podría adoptar una administracion para interiorizarse de ella es, precaviéndose de los que lisonjean su voluntad, escuchar con atencion las observaciones i voces que se levantan hasta su trono, por en medio de temores i contrariedades, al solo objeto de traerla a un sendero mas conveniente i mas justo, de donde resulten deliberaciones de distinta naturaleza a las que ella se hubiese propuesto. Entonces es que se pronuncia el verdadero patriotismo i la imparcialidad, cuando desde abajo, sin ventajas, prerrogativas, i aun a la vez sin leyes que garanticen una oposicion, ésta sin embargo se hace a cuerpo desnudo. Al hablar de este modo, tenemos presente la licencia que se han permitido de representar en masa algunas personas, existiendo, si mal no nos acordamos, una sancion legal que lo prohibe. ¿Gozaría de igual induljencia un memorial suscrito en esa forma que reclamara la declaracion de guerra o lo determinado respecto a los tratados? ¿Tendrían los firmantes de ella la carta blanca de los otros?


Entre tanto, es cierto, que si un crecido número de firmas, es de gran peso para escapar castigos i vejaciones, nada avanza en razon i justicia. De veinte que rubrican un escrito apénas un pequeño número tiene un perfecto i bien formado juicio de lo que firma, i los mas se proponen condescender a la invitacion de amigos o relacionados.


Mas de una vez hemos vacilado en tomar la pluma para esforzar los convencimientos que presentamos en favor de la opinion que emitimos sobre la guerra; pero, al fin, nos hemos resuelto, lastimados de que los únicos periódicos que se publican quieran erijirse en eco de la opinion pública, cuando es constante que la que sostienen perjudica a Chile.


De todos los medios de defensa que toma una mala causa, ninguna es mas fácil de manejar que la declamacion; lleva ésta en sí la ventaja de imponer a la multitud que no piensa, ideas sin convencimiento, pero que son fáciles de retener, i que por lo mismo halagan al vulgo. No es a él a quien nos dirijimos, sí a los chilenos que, comprendiendo sus verdaderos intereses, no se dejarán alucinar con términos pomposos, recriminaciones i aun profecías, que si se toman en su justo valor i se profundizan un instante, se les encuentra desnudas de la menor importancia.


En asuntos de tanto peso, i de los que debe resultar la dicha o desgracia de nuestra Patria, es preciso que seamos guiados por la mas prudente i madura reflexion, i que, separándonos de los afectos del momento, miremos las consecuencias de las medidas gubernativas, ántes de echarnos en brazos de la suerte.


La guerra es la peor condicion del hombre en sociedad privadamente i aun tomada en cuerpo, sirve a las pasiones, satisface el amor propio, halaga las venganzas i algunas veces es medio de engrandecimiento, pero siempre, siempre el pueblo sufre i sobre él carga el cuchillo desolador.


¡¡Cuántos i cuántos males no llora Chile desde la declaracion de guerra!


Hemos visto arrancar ala industria brazos necesarios, gastar nuestras rentas, paralizado el comercio i destruidos en gran parte los beneficios que una paz de siete años nos había concedido; hemos visto romper los eslabones que separan los diversos poderes, base de nuestras instituciones, para reasumirlos todos en el Ejecutivo, quedando el pueblo sin la mas necesaria i mas sagrada de sus garantías.


La paz que obtuvo el ejército espedicionario hacía posible la cesacion de estos males, i el cierto disgusto con que aparentemente se recibió, fué el efecto de intereses dobles.


Se engañaría quien no viese dos motivos diversos i opuestos entre sí de un lado tantas esperanzas burladas, tan quiméricas suposiciones destruidas, el amor propio ofendido de ver conservar la silla protectoral, al que se creía ya a nuestra merced, de ahí que algunos hallasen el fin de la guerra como inadmisible i deshonrosa.


El resto, contrarios a ella, veía con placer desplomarse los planes del Gobierno i aprovechaba la ocasion de acriminarlos manifestando sus desaciertos. Esos mismos, cuya opinion es la guerra, se dividen entre sí; los unos sin reparar que la espada de Belona es cuchillo de dos filos, i que nosotros sufriremos nuestra parte de devastaciones i peligros, solo ven en ella un medio de alcanzar la paz; los otros consideran el tratado

  1. Este documento ha sido trascrito de una hoja suelta e impresa, que corre en el volúmen titulado: Varios periódicos desde 1838 hasta 1841, pertecientes a la Biblioteca Nacional. —(Nota del Recopilador.)