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PROCLAMA REVOLUCIONARIA DE FRAI ANTONIO ORIHUELA

que os constituye víctimas de las maquinaciones de estos pérfidos?

Yo oigo ya vuestras tímidas voces i frias disculpas. Ya están electos, decís, ya están recibidos en el Congreso; ya les dimos nuestros poderes; nos engañaron abusando de nuestro sufrimiento; nos venden a sus intereses; pero ¿qué haremos? ¿qué remedio? El remedio es violento pero necesario. Acordaos que sois hombres de la misma naturaleza que los condes, marqueses i nobles; que cada uno de vosotros es como cada uno de ellos, individuo de ese cuerpo grande i respetable que se llama Sociedad; que es necesario que conozcan i les hagais conocer esta igualdad que ellos detestan como destructora de su quimérica nobleza, levantad el grito para que sepan que estáis vivos, i que teneis un alma racional que os distingue de los brutos con quienes os igualan, i os hace semejantes a los que vanamente aspiran a la superioridad sobre sus hermanos. Juntaos en cabildo abierto, en que cada uno esponga libremente su parecer, i arrebatadles vuestros poderes a esos hombres venales, indignos de vuestras confianzas, i sustituidles unos verdaderos i fieles patriotas que aspiren a vuestra felicidad, i que no deseen otras ventajas ni conveniencia para sí que las que ellos mismos proporcionen a su pueblo. No os acobarde la arduidad de la empresa ni temáis a las bayonetas con que tal vez os amenacen. Aquella tiene mil ejemplares en la historia, i su feliz éxito en todos tiempos debe animaros a volver por vosotros mismos: i éstas las manejan unos miserables que deben interesarse tanto como vosotros en el sistema que va a ser arruinado por los infames si no lo remedíais pronto.

Mirad:

Entre las instrucciones que deis a vuestros representantes, sea la primera que procuren destruir a esos colosos de soberbia, que como terribles escollos hacen ya casi naufragar la nave de nuestro actual gobierno. Ya veis que hablo de los títulos, veneras, cruces i demás distintivos con que se presentan a vuestra vista esos ídolos del despotismo, para captarse las adoraciones de los estúpidos. Esparta i Aténas, aquellas dos grandes repúblicas de la Grecia, émulas de su grandeza, terror de los persas i demás potencias del Asia, i los mejores modelos de los pueblos libres, no consentían otra distinción entre sus individuos que la que prestaban la virtud i el talento, i aun cuando éstas brillaban tanto, que lastimaban algo la vista de la libertad, eran víctimas sus dueños, aunque inocentes, del celo popular. No os quiero tan bárbaros, pero aun os deseo mas cautos.

No olvidéis jamas que la diferencia de rangos i clases fué inventada de los tiranos, para tener en los nobles otros tantos frenos con que sujetar en la esclavitud al bajo pueblo, siempre amigo de su libertad; i ya estamos en el caso en que ellos deben cumplir con esta ruin obligación. La antigua Roma echó los fundamentos de su grande imperio sobre la igualdad de sus ciudadanos, i no dió el último estallido hasta que la hizo reventar el exorbitante número de barones consulares, augures, senadores, caballeros, etc. En la América libre del norte no hai mas distinción que las ciencias, artes, oficios i factorías a que se aplican sus individuos, ni tienen mas dones que los de Dios i de la naturaleza, i así se contentan con el simple título de ciudadanos. Pero ¿para qué necesitamos de ejemplos? ¿No bastará la razón para alumbraros?

Con vosotros hablo, infelices, los que formáis el bajo pueblo. Atended:

Miéntras vosotros sudáis en vuestros talleres; miéntras gastais vuestro sudor i fuerzas sobre el arado; miéntras veláis con el fusil al hombro, al agua, al sol i a todas las inclemencias del tiempo, esos señores condes, marqueses i cruzados, duermen entre limpias sábanas i en mullidos colchones que les proporciona vuestro trabajo; se divierten en juegos i galanteos, prodigando el dinero que os chupan con diferentes arbitrios que no ignoráis; i no tienen otros cuidados que solicitar con el fruto de vuestros sudores, mayores empleos i rentas mas pingües, que han de salir de vuestras miserables existencias, sin volveros siquiera el menor agradecimiento, ántes sí desprecios, ultrajes, baldones i opresion. Despertad, pues, i reclamad vuestros derechos usurpados. Borrad, si es posible, del número de los vivientes a esos séres malvados que se oponen a vuestra dicha, i levantad sobre sus ruinas un monumento eterno a la igualdad.