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SEIS PERSONAJES EN BUSCA DE AUTOR

las desesperanzas y sobre las miserias de las criaturas. Antes al contrario, Pirandello es un enamorado de la vida, es una mente sana; y cuando a su pensamiento acude diligente por verdes y plácidos senderos la musa festiva, se advierte cómo se congregan alegremente las inspiraciones más risueñas y chanceras, los tonos más varios y agudos del ingenio, sin trivialidades ni impurezas, sino que suavemente, naturalmente, con la familiaridad y fluidez que solo es arbitrio y reino de maestros, brotan de su pluma las escenas más deliciosas, animadas de gracia y de donaire.

Es cierto que, el humorista Pirandello, no siempre tiene en sus labios la sonrisa, ni las burlas en el pensamiento. El es, quizás, quien con mayor variedad ha «desdoblado», en sí mismo, su propia estética, su propia escuela. Y nadie como él sufre las tentaciones o la atracción de una teoría que en sus libros y en sus comedias se funde con las palpitaciones de una fuerte convicción. De tal suerte, que lo que él escribe trae hasta nosotros, no un juego de artificios ajenos o apartados del sentimiento del autor como calculada obra de análisis, sino una suma de su propio espíritu, fundida espontáneamente en la acción.

Seis personajes en busca de autor, es una de las comedias que invitan a lectura meditada. Más que comedia, aun con ser de las llamadas «desconcertantes» por una crítica poco escrupulosa y un público adversario de las incomodidades de la reflexión, es una obra que, como todas las suyas (excepto, sin embargo, algunos de sus cuentos y novelas), nos fuerza a entrar en ella. Son muchas las comedias de fácil éxito que entran en nosotros sin esfuerzo y se marchan también sin él. Precisamente, esta es la dolencia que aqueja al Teatro: está enfermo de simplezas, diría mejor, enfermo de lo indefinido. Muy