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XCV


E

n Valencia estaba el Cid

doliente del mal postrero,
que agravios en pechos nobles
pueden mucho más que el tiempo.
A su cabecera tiene
religiosos y hombres buenos,
y en torno de su persona
sus amigos y sus deudos,
cuyos semblantes mirando
de dolor y cuita llenos,
con tan sesudas razones
así conhorta su duelo.
—Bien sé, mis buenos amigos,
que en tan duro apartamiento
no hay causa para alegraros,
y hay mucha para doleros;
pero mostrad mi enseñanza
contra los adversos tiempos,
que vencer á la fortuna
es más que vencer mil reinos.
Mortal me parió mi madre,
y pues pude morir luégo,
lo que el cielo dió de gracia,
non lo pidáis de derecho.