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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

del orbe católico, sino que también resplandece por su culto y gloria popular, al recorrer en boca de todas las gentes el nombre de Asís. Y así, al poco tiempo de su muerte, en diversas partes, por consenso popular, se erigieron en honor del Seráfico Padre templos sagrados, admirables por las líneas y adornos de su construcción. Los más eminentes artistas rivalizaban en quién de ellos haría la más hermosa y expresiva imagen de Francisco o de sus hechos, tanto en pintura y escultura, como en las obras de tallado y de taracea. A la iglesia de Santa María de los Ángeles, en la planicie desde la que Francisco, «pobre y humilde, aunque rico en tesoros celestiales» subió a los cielos, lo mismo que al glorioso Sepulcro, en la colina de Asís, acuden y se reúnen peregrinos de todas partes, ya individualmente, ya en grupos, con el propósito de rendir honor a la memoria de tan gran varón y recibir beneficios espirituales, o de admirar las imperecederas obras de arte. Además, al santo de Asís cantó, como ya hemos dicho, el poeta por excelencia, Dante Alighieri; y no faltaron después quienes ensalzaron al Santo, honrando las letras italianas o extranjeras. Pero especialmente en nuestro tiempo, al investigarse más detenidamente por los eruditos los documentos franciscanos, publicarse numerosísimas obras en distintos idiomas y despertarse el ingenio de los entendidos que se han interesado en sus obras y en su alto valor, se apoderó de nuestros contemporáneos una enorme admiración por Francisco, aunque no siempre recta. Así, algunos se detuvieron a admirar en él al hombre que, por una nativa claridad mental, es maestro en expresar poéticamente las emociones del espíritu, y su famoso [[w:Cántico de las criaturas|Cántico][a] hizo las delicias de la posteridad erudita, que veía en él un antiquísimo ensayo de la naciente lengua vulgar. Otros quedaron admirados por su amor a la naturaleza, que no sólo se conmueve ante la majestad de las cosas inanimadas, ante el fulgor de los astros, la belleza de los montes y valles de Umbría, y la hermosura de los animales, sino que, como el Adán inocente en medio del paraíso terrenal, les habla a los animales y los tiene sujetos a sus mandatos, como si estuviera unido a ellos por una íntima hermandad. Otros ensalzan su amor a la patria, porque a él le debe nuestra Italia, que se gloría del venturoso honor de haber sido su cuna, una fuente de beneficios, más copiosa que la de cualquier otro país. Otros, en fin, lo celebran por aquella su verdaderamente singular comunidad de amor, que une a todos los hombres. Todo esto es verdadero, pero secundario, y debe ser bien entendido,
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