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discurso preliminar. XXXVII


que llegaba á la Corte la noticia de la muerte de Aguilar y del acuerdo tomado en Mexico para reemplazarle. El Rey, que impresionado por los calumniadores de Cortés seguía atendiéndoles, aprobó cuantas medidas había dictado Estrada, inclusas las concesiones de encomiendas de indios, y le nombró gobernador propietario. Bernal Díaz, al saberlo, creyóse ya en segura posesión del premio que por sus penosísimos y prolongados sufrimientos de diez años había obtenido; pero también en esta ocasión se equivocó, porque Diego de Mazariegos, primo de Estrada, y Baltasar de Osorio, le desposeyeron de ello para agregarlo á las villas de Chiapa y Tabasco; por los cuales despojos entabló pleitos con esas villas la de Guazacoalco, de la que era regidor el despojado, quien nada pudo á la postre conseguir de provecho, por carecer de medios y faltarle la influencia que, á veces, hasta en los casos de justicia se necesita para hacerlos prevalecer.


IV.


Investido Alonso de Estrada con la plena autoridad de gobernador propietario de la Nueva España, se desvaneció tanto con el brillo del mando y le dominó de tal manera la fatuidad, que atropellando toda consideración, cometió desatentadamente numerosos é injustificados desmanes, como el de desterrar de Mexico á Cortés por suponerle entorpecedor de sus planes gubernativos. ¡A Cortés, que tanto le había distinguido y tolerado!

El gran conquistador, que seguía sufriendo el olvido y las injusticias de la Corte, retiróse obediente á su villa de Coyoacán y luego á Tezcuco y á Tlaxcala, donde se le acercó el Obispo á rogarle de parte del arrepentido Estrada que olvidase su arrebato y aceptara su perdón y volviese