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QUO VADIS

—Al Trans—Tiber.

—Hace poco tiempo que llegué á Roma y nunca he estado en ese barrio. Supongo, empero, que allí también han de vivir personas que amen la virtud.

Pero Ursus, que era un hombre sencillo y había oído á Vinicio decir que el griego había estado con él en Ostrianum y le había visto entrar con Croton á la casa en que vivía Ligia, se contuvo un instante y dijo en seguida: —No faltes á la verdad, anciano, porque hoy estuviste con Vinicio en Ostrianum y llegaste hasta la puerta de nuestra casa.

—Ahl—dijo Chilo;—gentonces tu casa se halla en el Trans Tiber? Como no he estado mucho tiempo en Roma, ignoro qué nombres tienen sus diferentes barrios. Cierto es lo que has dicho, amigo; llegué hasta tu puerta é imploré á Vinicio en nombre de la virtud que no entrara.

Estuve asimismo en Ostrianum, ¿y sabes tú por qué?

de hace algún tiempo he venido trabajando por la conversión de Vinicio y deseaba que escuchase la palabra del príncipe de los Apóstoles. ¡Ojalá que la luz penetre al fin en su alma y en la tuya! Pero tú eres cristiano y por cierto deseas que la verdad impere sobre el mal.

—Cierto es,—contestó Ursus con humildad.

El valor volvió entonces por completo al alma de Chilo.

—Vinicio es un señor muy poderoso, —dijo,—y amigo del César. Suele todavía escuchar á menudo las sugestiones del espíritu del mal; pero si tan solo uno de sus cabellos cayera de su cabeza, el César tomaría de ello venganza en los cristianos todos.

—Un poder más alto nos protege.

—|Ciertamentel ciertamente! Más, ¿qué intentáis vosotros hacer de Vinicio? —preguntó Chilo, que había vuelto á alarmarse.

—No lo sé. Cristo ordena perdonar.

—Has contestado perfectamente. Piensa siempre así,