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Que si un pastor su pífano bajo el frescor del haya,
En amorosos días, como en Virgilio, ensaya,
Tu nombre ponga en la canción;
Y que la virgen náyade, cuando ese nombre escuche,
Con ansias y temores entre las linfas luche,
Llena de miedo y de pasión.

De noche, en la montaña, en la negra montaña
De las Visiones, pase gigante sombra extraña,
Sombra de un Sátiro espectral;
Que ella al centauro adusto con su grandeza asuste;
De una extra-humana flauta la melodía ajuste
A la harmonía sideral.

Y huya el tropel equino por la montaña vasta;
Tu rostro de ultratumba bañe la luna casta
De compasiva y blanca luz;
Y el Sátiro contemple sobre un lejano monte
Una cruz que se eleve cubriendo el horizonte
Y un resplandor sobre la cruz!

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