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excepcion de aquellos á quienes la excelencia de su carácter inspira un horror natural al vicio, o que por reflexion se abstienen conociendo su fealdad, ninguno de los otros es justo de buena gana (18); y que si por suerte alguno vitupera la injusticia, es que ó por cobardía, ó por vejéz, ó por alguna otra flaqueza está imposibilitado de hacer mal. Y ved aquí la prueba. Que entre las gentes de este carácter el primero que recibe el poder de hacer mal, en quanto de él depende, es tambien el primero en ponerle en práctica. La causa de todos estos desórdenes, o Sócrates, es precisamente la que nos ha empeñado á Glaucon y á mí en la presente disputa; quiero decir, respetable varon, que empezando por los antiguos héroes, cuyos discursos se han conservado hasta nosotros en la memoria de los hombres, todos los que como vos han pasado por defensores de la justicia, ninguno alabó la virtud, sino en vista de las glorias, honores y recompensas afectas á ella, ni abominó del vicio, sino por los castigos que le acompañan. Nadie considerando la injusticia y la justicia tales como son en sí mismas y en el alma de los virtuosos y del malo, ignorados de los dioses y de los hombres, ha probado hasta ahora ni en verso, ni en prosa, que la injusticia es el mayor mal del alma, y la justicia su mayor bien. Porque si todos vosotros hubieseis andado acordes desde el principio en decir esto mismo, y á nosotros se nos hubiese persuadido desde la niñéz