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tiene lugar lo del proverbio, que el hermano (7) venga al socorro de su hermano; y así suplid vos lo que él ha omitido. Aunque él ha dicho bastante para convencerme y ponerme en términos de no poder defender la justicia. Adim. Todas vuestras escusas son inútiles: es menester que vos me oigais ahora. Porque conviene exponer un discurso en todo contrario al suyo, á saber, el de aquellos que alaban la justicia y vituperan la injusticia; para que con esta oposicion se os haga mas sensible lo que me parece quiso decir Glaucon. Es cierto que los padres recomiendan la justicia á sus hijos, y todos los maestros á sus discípulos; pero esto no lo hacen alabando la justicia misma, sino las ventajas que de ella resultan: á fin que la reputacion de hombre honrado les procure dignidades, bodas ventajosas, y todos los otros bienes de que Glaucon hizo mencion, que provenian al tenido por justo. Aún ellos adelantan mas las glorias; porque hablandoles de los favores que los dioses derraman á manos llenas sobre los justos, son inagotables en el asunto. Á la manera que el ilustre Hesiodo [1] (8) y Homero, de los quales dice el primero que los dioses hacen que las encinas ofrezcan á los justos en las extremidades de las ramas bellotas, en lo interior panales, y que sus ovejas queden oprimidas con el pesa de sus vellocinos, y otros muchos bienes a estos parecidos. Cosas semejantes

  1. Oper. et. dier. v. 232