CAPÍTULO X
EL SITIO DE la cámara
PERO nuestro intervalo de paz iba á terminar. Los oficiales del buque se habían cansado de esperar mi vuelta; y apenas Alán hubo concluído de hablar, cuando el capitán se dejó ver en la puerta abierta.
—¡Alto!—exclamó Alán presentándole la punta de la espada.
El capitán se detuvo, es verdad; pero ni pestañeó ni echó un pie atrás.
—¡Una espada desnuda ?—dijo.—¡ Buen modo de pagar la hospitalidad.
—¿ Me vé Vd. ?—dijo Alan.—Yo desciendo de reyes ; yo tengo un apellido real. Mi divisa es el roble. ¿ Vé Vd. mi espada? Ha cortado más cabezas de Whigamores que dedos tiene Vd. en las manos. Llame á su ralea que lo apoye, y empecemos. Cuanto antes comience la lucha, tanto más pronto probará Vd. lo que es este acero.
El capitán no dijo nada á Alán, pero me dió una mirada en que brillaba la cólera.
—David,—dijo,―yo no olvidaré esto, y el acento de su voz me hizo estremecer interiormente.