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PLAGIADO

bre de sus posesiones, y por eso me atrevo á llamarle David á secas, esa puerta, abierta, es la mejor parte de mi defensa.

—Sin embargo, fuera mejor si se cerrase.

—No, David, replicó.—Como Vd. ve yo puedo presentar solo un frente; y mientras esté abierta esa puerta y haciéndoles frente, la mayor parte de mis enemigos estará delante de mí, precisamente como me conviene.

Entonces me dió un machete de los del armero, donde había algunos y unas cuantas armas de fuego, escogiéndolas, con gran cuidado, moviendo la cabeza y diciendo que en su vida había visto armas tan malas; y después me hizo sentar á la mesa con la cuerna de la pólvora, un saco de balas y todas las pistolas, las cuales me dijo que cargase.

—Permítame Vd. que le diga, que eso será una ocupación mejor para un caballero de buena familia, agregó,—que no limpiar platos y escanciar tragos á una banda de marineros.

Y diciendo esto se plantó en el centro, haciendo frente á la puerta, y desenvainó su gran espada, probando el espacio de que podía disponer para su uso.

—Tengo que emplear la punta, lo cual no conviene mucho á mi habilidad en el manejo de la espada,—dijo moviendo la cabeza. Y ahora,—agregó,—continúe Vdcargando las pistolas, y preste atención á mis órdenes.

Le dije que así lo haría. Entretanto, me sentía el pecho oprimido, la boca seca, los ojos un tanto nublados; la idea del número que pronto vendría á atacarnos hizo que el corazón me latiera apresuradamente; y el mar que escuchaba estrellarse contra el bergantín, y donde quizás