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CORRO UN GRAN PELIGRO EN CASA DE MI TÍO

hermano menor, ó había cometido una equivocación muy extraña al escribir la dedicatoria, ó tuvo que hacerlo antes de cumplir cinco años de edad, y eso con letra excelente, clara y firme.

Traté de olvidar esto, pero aunque eché mano á muclos autores interesantes, tanto antiguos como modernos, historias, poesías y novelas, la dedicatoria escrita por mi padre se me quedó impresa en la mente, y cuando al fin volví á la cocina y me senté á comer el potaje consabido y á beber la cerveza floja, lo primero que hice fué preguntarle á tío si mi padre no había sido muy precoz en aprender.

Alejandro ? No por cierto,—fué la respuesta.—Yo aprendí más pronto que él: cuando joven era yo muy despierto, y supe leer al mismo tiempo que tu padre.

Esto me confundió aún más; y entonces se me ocurrió preguntar á mi tío, si él y mi padre habían sido gemelos.

Dió un salto en la silla, y dejando caer al suelo la cuchara de cuerno, me asió por el cuello de la chiaqueta, mirándome esta vez fijamente con sus ojos pequeños, claros y brillantes como los de un pájaro, que guiñaba y hacía pestañear de una manera extraña, y me dijo: —¿Qué te mueve á hacerme esa pregunta?

¿Qué significa esto?—le pregunté con la mayor tranquilidad, pues yo era mucho más fuerte que él y no me asustaba fácilmente.—Suelte Vd. el cuello de mi chaqueta. Este no es el modo de comportarse.

Mi tío pareció hacer un gran esfuerzo sobre sí mismo.

—David,—dijo,—no debes hablarme acerca de tu padre. En eso consiste el error.