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PLAGIADO

Esto era algo que hería á Alán en lo vivo, y debo confesar que lo tomó muy á mal. No profirió una palabra más, sino que se retiró á un rincón de la cocina, y allí se sentó malhumorado; hasta que me acerqué á él y le estreché la mano, dándole las gracias como á quien debía principalmente el buen éxito de la empresa. Entonces se sonrió, y al fin se sentó en nuestro círculo.

Encendimos un buen fuego en la chimenca y destapamos una botella de vino añejo; el cesto de Torrance nos proporcionó una buena cena, de la cual participamos Alán, Torrance y yo, mientras el abogado y mi tío pasaron á una habitación inmediata, donde permanecieron en consulta como una hora, al cabo de la cual llegaron á un convenio, que mi tío y yo nos pusimos á redactar en debida forma. Según sus condiciones, mi tío quedaría en posesión de la casa y de las tierras durante el resto de su vida, comprometiéndose á satisfacer al abogado sus honorarios, y á pagarme las dos terceras partes líquidas de las entradas anuales.

El mendigo, pues, había vuelto á su hogar; y cuando me acosté aquella noche en los baúles de la cocina, era ya un hombre con una fortuna y con un nombre en mi país. Alán, Torrance y el abogado, durmieron y roncaron en sus camas nada blandas; y en cuanto á mí, que había dormido al aire libre y sobre piedras y basura tantos días y tantas noches, y á veces con el estómago vacío y con peligro de muerte, este cambio de fortuna me había abatido más que los anteriores contratiempos, y permanecí despierto hasta el alba, contemplando el fuego de la chimenea y haciendo planes para lo porvenir.