Página:Plagiado (1896).djvu/258

Esta página no ha sido corregida
250
PLAGIADO

se sentó en el mismo bosque en que estábamos. Era un hombre de nariz roja, sucio, borracho, con una botella de rón en el bolsillo, y una larga historia de las injusticias de que había sido víctima de toda clase de personas. Era imposible que dejase de concebir alguna sospecha de dos hombres que estaban todo el día tendidos y ocultos en un matorral, sin que pudieran decir qué estaban haciendo.

Mientras permaneció allí nos tuvo en continua zozobra con sus preguntas capciosas; y después que se fué, como no era hombre que pudiera poner freno á su lengua, ardíamos en impaciencia por irnos.

Al fin el día terminó espléndidamente: la noche descendió tranquila y bastante clara: empezaron á brillar las luces en las casas y cabañas, y después se fueron apagando una tras otra; pero eran más de las once, y estábamos realmente en un potro llenos de ansiedad, cuando oínos el rumor de unos remos, y vimos á la muchacha que se acercaba remando en un bote. Á nadie le había confiado nuestros asuntos; y tan pronto como su padre se durmió, salió de la casa por una ventana, tomó el bote de un vecino y vino á nuestro auxilio ella sola.

Yo estaba tan confuso que no podía hallar palabras con que expresar mi agradecimiento, y ella no menos confusa á la idea de oirlas; nos suplicó que no perdiésemos tiempo y que lo que importaba era silencio y prontitud, en lo que tenía razón; así que con una y otra cosa nos llevó á la orilla opuesta, nos estrechó las manos, y regresó al punto de su partida antes de que hubiésemos cambiado una sílaba que expresase nuestra gratitud.

Aun después de haberse ido no proferimos una palabra: en realidad todo era poco para un acto tan bonda-