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PLAGIADO

—Esto parece en extremo tranquilo,—dijo,—pero á pesar de todo, permanezcamos aquí ocultos, y esperemos.

Permanecimos, pues, tendidos como un cuarto de hora, prestando atento oído á todo, murmurando á veces unas palabras en voz casi imperceptible, otras en profundo silencio, sin oir nada más que el rumor del agua que bañaba los muelles. Al fin, vino una mujer vieja que andaba apoyándose en un bastón, que se detuvo primero un poco cerca de donde estábamos, quejándose de lo largo del camino que había andado, y luego se dispuso á pasar el puente. La mujer era tan pequeña y la noche tan obscura que pronto la perdimos de vista; solo se oía el sonido de sus pasos y el de su bastón, y una tos de vez en cuando.

—Ya ha cruzado,—murmuré.

—No,—dijo Alán,—sus pasos aun resuenan en el puente.

Y en aquel instante gritó una voz—“ ¿Quién vive?” —y oímos la culata de un mosquete que se arrastraba sobre las piedras. Es de suponerse que el centinela se había quedado dormido, de manera que si hubiéramos probado, habríamos podido atravesar el puente sin ser notados; pero ya estaba despierto, y perdimos la oportunidad.

—Por aquí no se puede pasar, David,—dijo Alán,no, no se puede pasar.

Y sin agregar otra palabra comenzó á arrastrarse por los campos, y poco después, cuando estuvo fuera del alcance de la vista, se puso en pie de nuevo, y se dirigió hacia el este. Yo no podía comprender lo que Alán estaba haciendo, y á la verdad el chasco que habíamos llevado me anonadó de tal modo, que no me hallaba