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PLAGIADO

—No,—dijo con voz casi trémula, pero cuando digo que merezco censura.—Naturalmente que la merece,—dije con frialdad,— y Vd. tiene que convenir en que jamás le he hecho un reproche.

—No, jamás,—contestó, pero Vd. sabe muy bien que ha hecho algo peor. Tenemos que separarnos? Ya lo dijo Vd. una vez. Quiere Vd. repetirlo? Hay bastantes colinas y brezales entre este lugar y los dos mares, David; y debo confesar que no me gusta quedarine donde no se me desea.

Esto me hirió en lo vivo, y me pareció que ponía á descubierto mi oculta deslealtad.

—¡ Alán Breck!—exclamé.—¿Cree Vd. que soy capaz de volverle las espaldas cuando se encuentra en un peligro? Vd. no se atreverá á decírmelo cara á cara.

Toda mi conducta lo desmentiría. Es verdad que me dormí en los pantanos; pero aquello fué de puro cansancio, y hace mal Vd. en echármelo en cara.

—Jamás lo hice,—dijo Alán.

—Pero aparte de eso,—continué, ¿qué es lo que he hecho que lo autorice á Vd. para suponer lo que antes profirió? Jamás he dejado en la estacada á un amigo, y no es probable que comience con Vd. Entre los dos han pasado cosas que yo no puedo olvidar, aunque Vd. lo hiciera.

—Solo diré á Vd., David, dijo Alán con mucha tranquilidad, que hace tiempo le debo la vida, y ahora dinero. Vd. haría bien en tratar de que esa carga se me hiciese llevadera.

Esto debía haberme conmovido, y en parte lo hizo;