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PLAGIADO

De vez en cuando hallábamos un matorral bastante espeso; reposábamos entonces un instante, atisbando entre las hojas los movimientos de los dragones, que no nos habían percibido y continuaban avanzando. Creo que era medio escuadrón, que cubría como unas dos millas de terreno que batían perfectamente á medida que adelantaban.

Me desperté en tiempo, pues un momento más tarde habríamos tenido que huir delante de ellos en vez de escaparnos por un costado. Aun así, lo más insignificante podía vendernos; y cuando un gallo silvestre alzaba el vuelo de vez en cuando entre los matorrales, permanecíamos inmóviles y silenciosos, temiendo hasta respirar.

El dolor y la debilidad de mi cuerpo, el trabajo del corazón, lo estropeado de las manos y el estado de mi garganta y ojos con el constante humo del cisco y de las cenizas de las partes del bosque que habían sido presa de las llamas, se hicieron tan insoportables, que de buena gana me habría tendido en el suelo, sin temor de las consecuencias. Solo la presencia de Alán me prestó una falsa especie de valor para continuar. En cuanto á él, que llevaba además un gran gabán, había ido mudando de color, la respiración pesada y la voz, cuando me dirigía la palabra en nuestras paradas, sonaba de una manera harto extraña. Sin embargo, ni su espíritu ni su actividad se abatieron en lo más mínimo, de modo que no podía menos que adınirar la resistencia de aquel hombre.

Al fin, al anochecer, oímos el sonido de una corneta, y mirando hacia atrás, por entre los matorrales, vimos que los soldados comenzaban á reunirse. Poco después hicieron una hoguera y acamparon para pasar la noche en medio de aquel desierto.