Página:Plagiado (1896).djvu/179

Esta página no ha sido corregida
171
LA CASA DEL MIEDO

rando, con el rostro oculto entre las manos; el hijo mayor estaba en un rincón recorriendo con la vista una gran cantidad de papeles, quemando uno que otro completamente. De tiempo en tiempo aparecía uno de los criados del patio en busca de órdenes.

Al fin, Santiago no pudo permanecer por más tiempo sentado y me suplicó que lo excusara si no me atendía mejor.

—Yo no sirvo mucho para hacer compañía á nadie, señor, me dijo,—pero hoy especialmente no puedo pensar en otra cosa sino en este terrible accidente y en los males que va á traer á personas del todo inocentes.

Poco después observó que su hijo estaba quemando un papel que creía debía conservarse; y entonces su agitación estalló de tal modo que era penoso presenciarlo.

Golpeó al muchacho repetidas veces.

—Te has vuelto loco?—gritaba.—¿Deseas que ahorquen á tu padre?

Y olvidándose de mi presencia, continuó hablándole largo tiempo en gaélico, sin que el muchacho respondiera palabra. La esposa, solamente, al oir hablar de ahorcar, se cubrió el rostro con el delantal sollozando más alto que artes.

Presenciar esto era en extremo desagradable para un extraño como yo, así es que me alegré mucho cuando A lán regresó, vestido con su hermoso traje francés, aunque á decir verdad estaba tan dilapidado que no merecía ese calificativo. Entonces me llevó consigo uno de los hijos y me hizo cambiar de ropa, de lo cual tenía realmente necesidad, dándome además un par de abarcas de montañés, hechas de piel de venado, que si al principio