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HABLO CON ALÁN EN EL BOSQUE DE LETERMORE

—Me parece que lo tomó muy á mal,—dijo Alán,pero el hombrecillo me gritó que me pusiera en salvo; y á la verdad que no me pareció malo el consejo, y eché á correr. Lo último que alcancé á ver fué que formaban un grupo en la orilla como gente que no puede ponerse de acuerdo.

— —¿Qué quiere Vd. decir con eso?—le pregunté.

—Bien, los puños hablaban,—respondió Alán, y ví á un hombre rodar al suelo. Pero creí que era mejor no esperar el resultado. En aquella extremidad de la isla de Mull los Campobellos predominan, lo que no es muy buena compañía para un caballero como yo; de lo contrario, me hubiera quedado para buscarle á Vd. yo mismo y ayudar al hombrecillo. (Era cómico ver como Alán hablaba de la estatura de Riach, porque á decir verdad el uno era casi tan pequeño como el otro). Por lo tanto, continuó, proseguí mi camino, y donde quiera que veía á alguna persona le decía que había un naufragio en la costa y la gente sin detenerse á preguntarme más, se iba corriendo á verlo. Fué una desgracia que el buque se hundiera, pues de lo contrario habrían buscado por todas partes, y pronto hubieran dado con Vd.