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HABLO CON ALÁN EN EL BOSQUE DE LETERMORE

—No tengo una idea clara acerca de su gabán,—dijo mi amigo con cierta astucia, pero me parece que era azul.

— —Azul ó negro ¿ lo conoce Vd. ?—pregunté.

—No puedo en conciencia jurarlo,―me respondió,pasó muy cerca de mí á tiempo que estaba arreglando mis abarcas.

—¿Puede Vd. jurar que no lo conoce, Alán?—le pregunté de nuevo medio iracundo, medio movido á risa ante sus evasivas.

—Todavía no, dijo, pero tengo una gran memoria para olvidar, David.

—Y sin embargo, hay una cosa que ví claramente,agregué, y es que Vd. se expuso y me expuso á mí para atraer la atención de los soldados.

—Es posible, contestó Alán, y lo mismo haría todo caballero. Tanto Vd. como yo éramos inocentes en aquel asunto.

—Razón de más, pues que se' nos sospechaba falsamente, para no ponernos en evidencia, dije.—El inocente debe preferirse al culpable.

—David, me replicó Alán,―el inocente tiene la probabilidad de ser puesto en libertad en un tribunal; pero en cuanto al que disparó el tiro, el mejor lugar para él es esconderse entre los matorrales. Los que en nada se han mezclado, deben cuidar de los que se han mezclado. Y esto es ser buen cristiano. Porque si las cosas hubieran acontecido de otro modo, y el hombre que yo no pude distinguir bien, ocupara nuestro lugar, y nosotros el suyo, como pudiera haber sucedido, creo que le agradeceríamos mucho si hubiera llamado la atención de los soldados.