CAPÍTULO XVIII
HABLO CON ALÁN EN EL BOSQUE DE LETERMORE
ALÁN fué el que primero recobró las fuerzas. Se levantó, fué á la orilla del bosque, miró á uno y otro lado, y luego retrocedió y se sentó en el suelo.
—Pues no ha escapado Vd. mal, David,—me dijo.
No respondí nada y ni siquiera levanté la cabeza.
Había visto cometer un asesinato que privó de la vida en un momento á un caballero alto, robusto, jovial, y la vista de aquel triste espectáculo no podía olvidarla, y sin embargo esto solo era una parte de lo que me preocupaba.
La víctima de aquel asesinato era un hombre á quien Alán detestaba; y aquí estaba Alán oculto entre los árboles, huyendo de los soldados. Que fuera su mano la que disparó el tiro ó solo la cabeza que lo ordenó, importaba muy poco al caso. Á mi modo de ver, mi único amigo en aquella región agreste, era un criminal manchado de sangre; me causaba horror; no podía mirarle á la cara; hubiera preferido yacer solo en medio de la lluvia en la islita fría y desierta, á estar en aquel bosque caliente junto á un asesino.
—¿Está Vd. cansado aún ?—me preguntó de nuevo.
—No,—le dije, sin levantar la cabeza;—no, no estoy