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PLAGIADO

—El hombre que vive allí,―respondí.

— Santiago de los Glens?—dijo Colín en tono de mofa; y luego dirigiéndose al abogado le preguntó.¿ Cree Vd. que estará reuniendo á su gente?

— De todos modos,—dijo el abogado, haríamos mejor en permanecer donde estamos y esperar que los soldados se nos unan.

—Si Vds. se alarman por mí,—les dije,—sepan Vdsque ni pertenezco á esa gente ni á la vuestra, sino que soy un honrado súbdito del Rey Jorge, sin deber nada á nadie, ni temer tampoco á nadie.

—Muy bien dicho, replicó Colín Roy.—Pero si me es permitido hacer una pregunta, quisiera saber qué hace este honrado hombre tan lejos de su país, y por qué busca al hermano de Ardiel? Debo decir á Vd. que tengo aquí autoridad y poder. Soy agente del Rey en varias de estas propiedades, y tengo doce filas de soldados á mi disposición.

—He oído decir,—respondí un tanto irritado, que Vd. era un hombre muy difícil de manejar.

Permaneció aun contemplándome como si estuviera dudoso.

—Bien,—dijo al fin,—tiene Vd. la lengua algo atrevida; pero no me disgusta la franqueza. Si Vd. me hubiera preguntado, otro día cualquiera, excepto hoy, las señas de la morada de Santiago Stuart, se las hubiera dado al instante. Pero hoy,— eh, Mungo?—Y volvió la cabeza para mirar al abogado.

Pero precisamente entonces se oyó el disparo de una arma de fuego desde la cima de la colina, y con el disparo Colín cayó al suelo.