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PLAGIADO

hablando consigo mismo y dando un quejido cada vez que el buque chocaba contra la roca. Su bergantín era para él una esposa, un hijo: día tras día había contemplado impasible el maltrato del pobre Ransome; pero cuando se trató del bergantín, parecía que su corazón se hacía pedazos como el buque.

De todo el tiempo que trabajamos por desembarazar el bote, recuerdo solo una cosa, y es haberle yo preguntado á Alán qué tierra era la que veíamos, respondiéndome que la peor posible para él, pues era la de los Campobellos.

Habíamos encomendado á uno de los heridos que observara el mar y nos avisase de algún peligro. Teníamos ya listo el bote para bajarlo, cuando el marinero exclamó: ¡Por amor de Dios! ¡ cuidado!" Por el acento de su voz comprendimos que se trataba de algo extraordinario; y así fué, pues vino una marejada tan grande, que levantó el buque y lo arrojó de costado. Sea que el grito de aviso fuera demasiado tarde, ó que yo no tuviera fuerzas bastantes para sostenerme, lo cierto es que con la repentina sacudida del buque fuí arrojado al mar.

Me hundí, y tragué bastante agua; subí de nuevo á la superficie y vislumbré la Inna; y volví á hundirme.

Dicen que un hombre que se hunde por tercera vez está perdido. Yo debo de ser diferente á los demás hombres, porque no me es posible recordar el número de veces que descendí y volví á subir, viéndome lanzado de un lado á otro, y con tal efecto en mi cerebro que ni estaba afligido ni experimentaba temor.

Al fin, sentí que estaba asido de un madero que me sirvió de algo. De repente me halle en aguas más tranquilas