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PLAGIADO

Había defendido la puerta largo tiempo; pero uno de los marineros, mientras Alán estaba ocupado en luchar con otros, se había deslizado por debajo asiéndolo por medio del cuerpo. Alán lo apuñaleaba con la mano izquierda, pero el marinero permanecía asido de él como una sanguijuela. Otro había penetrado en la cámara y tenía alzado su machete. La puerta estaba llena de rostros de hombres. Creí que estábamos perdidos, y tomando mi machete les arremetí de flanco.

Pero no tuve tiempo de hacer mucho, pues el marinero asido á Alán cayó al fin muerto, y Alán, dando un paso atrás para tomar ímpetu, arremetió á los otros como un toro, dando gritos á medida que avanzaba. Huyeron ante él, volviendo la cabeza para huir aun más pronto, tropezando y cayendo unos sobre otros con la prisa que se daban en correr. Alán blandía la espada en medio de sus enemigos, y á cada mandoble se oía el grito de alguno que había sido herido. Aun creía yo que estábamos perdidos, cuando ví que todos habían desaparecido y que Alán los perseguía en la cubierta como si fueran una manada de carneros.

Pero como era tan cauteloso cuanto valiente, pronto volvió á la cámara mientras los marineros continuaban corriendo y gritando como si aun los persiguieran, y los vimos caer unos sobre otros en el castillo de proa y cerrar la puerta del mismo.

La sobrecámara parecía un matadero: tres yacían muertos dentro, otro estaba expirando en el umbral; y allí estábamos Alán y yo victoriosos é ilesos.

Alán vino hacia mí con los brazos abiertos.

—Ven á mis brazos,—dijo, y me abrazó y besó en ambas mejillas. Te quiero como á un hermano. Y ¡oh