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esta semana. Ya conoces las ideas de mi madre sobre la necesidad de constante compañía para sus amigas. Pero de veras y por mi honor que trataré de proceder como crea más cuerdo, y espero que ahora quedarás contenta.

Su tía le aseguró que lo estaba, y tras darle Isabel las gracias por su bondadosa advertencia se marcharon, habiéndose ofrecido un admirable ejemplo de amonestación sobre tan delicado punto sin dar lugar a resentimiento.

Collins volvió al condado poco después de haberlo abandonado los Gardiner y Juana; pero como residió con los de Lucas, su llegada no molestó a la señora de Bennet. Aproximábase ya su casamiento, y aquélla se encontraba al fin tan resignada, que lo miraba como inevitable, y aun repetía, de mal talante, que deseaba a los novios felicidad. El jueves iba a ser la boda, y el miércoles hizo la señorita de Lucas su visita de despedida; y cuando se levantó para separarse, Isabel, avergonzada de lo poco finos y forzados cumplidos de su madre, y además sinceramente afectada de por sí, la acompañó fuera de la estancia, y al bajar juntas la escalera Carlota dijo:

—Espero saber de ti a menudo, Isabel.

—Lo sabrás, ciertamente.

—Y aun tengo que suplicarte otro favor. ¿Vendrás a verme?

—Espero que nos veremos a menudo en este condado.

—No es fácil que pueda dejar Kent en bastante