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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

no obstante eso, aunque aquellas hendiduras son de algún modo fuera de la intención del panadero, con todo, le dan hermosura y excitan muy particularmente la gana de comerle. Asimismo los higos, cuando están muy sazonados, suelen abrirse, y en las aceitunas rebentadas de maduras, el mismo distar poco de la corrupción, añade al fruto una estima y aprecio singular. Y si uno se pusiese á considerar despacio, y en particular la naturaleza, hallaría, que el inclinarse hacia abajo las espigas; que la melena del león; que la espuma en la boca del jabalí; y, por abreviar, otras mil cosas más, aunque por si mismas ninguna hermosura ofrezcan á la vista, no obstante, por ser añadiduras que de suyo van con las demás obras de la naturaleza, á un mismo tiempo las hermosean y causan admiración: de modo que si uno tuviese un ánimo atento y fijase altamente la consideración en las cosas que se hacen en el mundo, estoy por decir, que aun en estas como consecuencias y adiciones naturales, nada se le presentaria que no le pareciese en cierta manera más agradable, y así también aquella abertura de boca, vista en las fieras, á quienes es natural, no le deleitaría menos de lo que suele deleitar, cuando los pintores y estatuarios la remedan é imitan al vivo, y esto mismo podría, con ojos cast os[1] mirar igualmente la amable belleza de los niños que aquella madurez y gracia ya pasada que muestran en su[1] Aquí no puede menos de notarse que M. Aurelio alude al dicho de Pericles, tan celebrado entre los antiguos, con el cual reprendió á Sofocles, su compañero, que alababa mucho la belleza de un joven que acababa de ver.


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