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XLV
M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

filosofía que de la elocuencia romana. Sus malos designios los conjeturó Lucio Vero y los comunicó á su hermano, diciéndole, entre otras cosas, que á él mismo le llamaba luxuriosum morionem, y á Marco Philosopham aniculam. La respuesta de éste respira un heroísmo tan notable, que se hace sospechosa; cita en ella el dicho de su abuelo Adriano[1].

Continuó, pues, empleándole como si no tuviera de él recelo alguno, y últimamente le cometió la guerra contra los Bucolos ó pastores sublevados en Egipto. El año 175 de Cristo se quitó Avidio la máscara, pues con la ocasión de una enfermedad del Emperador, esparció la voz de haber fallecido en ella, pareciéndole que, sin eso, ni los soldados ni los pueblos nunca se apartarían de la fidelidad debida á tan buen Príncipe. Confirmó este falso rumor con otro consiguiente, de haberle aclamado á él por sucesor de Marco el ejército de Pannonia. Reconócenle las legiones de Siria, engañadas, y uno de los primeros oficiales le viste con las insignias imperiales, recompensado con la Prefectura del Pretorio. Continuando la farsa, cuenta entre los dioses á M. Aurelio. Dale la obediencia todo el Oriente; con eso resucita Marco, y Casio se declara contra él abiertamente, bien que conservando algún respeto á su persona: Marco realmente es bueno, pero con el[1] Successorem suum nullus occidit; y otro igualmente verdadero y sin aire de acertijo: Misera comditio imperatum, quibus de affectata tirannide nisi occisis non potest credi; y concluía: Nam quod dicis, liberis meis cavendum esse morte illius, planè liberi mei pereant, si magis amari merebitur Abidius, quám illi; et si Reipublicæ expediet Cassium vivere, quámliberos Marci.


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