blo de Rómulo sucesión, riquezas y glorias envidiables.
Que el descendiente esclarecido de Anquises y Venus, que ahora os sacrifica los blancos toros, impere vencedor del enemigo belicoso, y clemente con el enemigo humillado á sus plantas.
Ya el medo reconoce su poder, tan grande en la tierra como en el mar, y tiembla ante las segures de Alba; ya los escitas y los indos, antes tan soberbios, aguardan sus soberanos decretos.
Ya se atreven á volver el honor, la buena fe, la paz, el antiguo pudor y la virtud tanto tiempo olvidada; ya aparece la feliz Abundancia con su cuerno henchido de frutos.
Y el profético Apolo, ornado de su aljaba rutilante, y siempre querido de las nueve hermanas, cuya ciencia saludable vigoriza los cuerpos que languidecèn enfermos, si contempla orgulloso los alcázares del Palatino, la grandeza de Roma y la tierra feliz del Lacio, prolongue nuestras dichas otro siglo con días siempre mejores.
Que Diana, tan reverenciada en el Aventino y el Algido, acepte los ruegos de los quince sacerdotes, y preste atento oído á los votos de los mancebos.