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PRÓLOGO

Las ilusiones tienen su capullo, como las flores.

Los sentimientos del corazón, su aroma como el ambar, y los pensamientos su galanura, como la naturaleza.

Es obvio, es sencillo que al través, de ese inmenso cortinaje de la invención, de los sueños, de las ilusiones, se columbran ideas realizadas, verdades inconcusas y ciertos mágicos sones de lo real y positivo.

La fantasía impera en el corazón, como ráfaga luminosa que con su resplandor descubre un nuevo mundo que es el dichoso albergue del poeta.

Ese mundo donde el vate canta, donde pulsa su lira, lira que envuelve, con sus divinos conceptos y elevadas notas los rasgos de la virtud y lo bello; lira que, siendo material, escudriña los tesoros de la naturaleza, que estudia con afanoso intento ese relativo de lo hermoso, ese valor intrinseco que nos presenta la acabada esfera.

Pero dejando aparte digresiones veladas á nuestra débil pluma, solo nos toca examinar y analizar, en algún tanto, varias de las composiciones presentes, atendiendo á la parte moral que las anima y al sentimiento que las impele, que á las firmas y exterioridades.

Abramos la portada: ¿qué nos dice?

«A mi querido padre»

¿Podrá encontrarse dedicatoria más tierna? Ella, por si sola, tiene tanto valor como el pensamiento más sublime; ella expresa el desinteresado móvil que obliga á un estudioso joven á recoger sus ilusiones rim adas para tejer un ramo con las flores de su juventud.

¿Acaso peca cuando nace el poeta y lanza al mundo sus páginas, no con el atrevido y pecador intento de deposi-