Página:Nuestra Senora de Paris.djvu/45

Esta página no ha sido corregida
41
Nuestra Señora de Paris.

piedra tan dura mie lardaba tres horas el picapedrero en arrancar de ella un pedazo como el puño, tal era (•! rico campanario cuadrado de Santiago de la Bourherie, con sus ángulos atestados de esculturas y admirable ya , aunque no estaba acabado, en el siglo xv. (Paitábaule en particular aquellos cuatro mónstruos que aun hoy, engarabitados en los esconces desus techos, parecen cuatro esfinges que proponen al nuevo Paris el enigma del antiguo. Rault, el escultor, no los colocó en su sitio hasta en i 526, y se le dieron 20 francos ( 80 rs.) por su trabajo). Tal era la casa de los Pilares , abierta sobre la plaza de Gréve, de que ya hemos procurado dar alguna idea al lector. : tal era S. Gervasio, chafado despues por una portada de buen gusto; S. Mery, cuyas viejas ojivas eran casi semicirculos; S. Juan, cuya magnifica aguja era proverbial : y tales eran , en fin, otros muchos monumentos que no se desdeñaban de confundir sus maravillas en aquel caos de calles negras, estrechas y profundas. Anádese á eslo las cruces de piedra esculpida , mas frecuentes aun en las encrucijadas que los patibulos; el cementerio de los inocentes, cuyo recinto arquitectónico se veia á lo léjos por cima de los techos la picota de los mercados, cuya cima se divisaba entre dos chimeneas de la calle de la Coffonerie; la escalera de la Croix-du-Trahoir en su encrucijada llena siempre de gente; las casucascirculares del mercado del trigo, las ruinas de la antigua cerca de Felipe Augusto, que se distinguian por acá y por allá, ahogadas entre las casas, torres cargadas de yedra , puertas arruinadas, cortinas de murallas derruidas é informes; el muelle con sus mil tiendas y ensangrentados mataderos; el Sena cubier1o de barcos, desde el Port-au-Foin hasta el Fortl'-Eveque, y podrá formarse el lector una imágen confusa de lo que era en 1482 el trapecio central de la Ciudad.

Con estos dos barrios, uno de palacios, otro de casas, el tercer elemento del aspecto que presentaba la Villa, era una larga zona de abadias que la ceñia en casi todo su circuito, del levantc al poniente y que por detrás de la linea de fortificacion que cerraba á Paris, encerrábale en una segunda cerca interior de conventos y de capillas. Asi que, inmediatamente junto al parquede Tournclles entre la calle de S. Antonio y la llamada calle vieja del Temple, estaba el convento de Sta. Catalina, con sus inmensos plantios, limitados por las murallas de Paris. Entre las dos calles, del Temple, la vieja y la nueva, estaba el templo, siniestro manojo de torres, alio, derecho y aislado en medio de un vasto recinto almenado. Entre la calle nueva del Temple y la de S. Martin, estaba la abadia de S. Martin, en medio de sus jardines, soberbia iglesia fortificada, cuyo ceñidor de torres, cuya tiara de campanarios no cedian la palma en fuerza ven esplendor mas que á Saint-German de los Prados. Entre las calles de S. Martin y S. Dionisio se extendia el recinto de la Trinidad; y entre la de S. Dionisio y de Montor

Ípieil, el deFiiles-Dien. Junto á este distinguianse os techos podridos del ámbito desempedrado de la Corte de los Milagros, único eslabon profano que se mezclaba á aquella devota cadena de conventos.

En fin, el cuarto compartimiento que se dibujaba por si mismo en la aglomeracion de los techos de la orilla derecha, lo que ocupaba el ángulo accidental de la cerca y la orilla del agua en la direccion de la corriente , era un nuevo nude de palacios y caserones apiñados al pié del Louvre, El antiguo Louvre de Felipe Augusto, aquel atroz edificio cuya torre mayor tema en torno de si veintitres torres maestras, sin contar las torrecillas, pareeia desde lejos encajonado en los lechos góticos del palacio de Alencon y del pequeño Ftorhon. Aquella hidra de torres, gigante protectora de Paris con sus veinticuatro cabezas siempre erguidas, con sus monstruosas grupas de plomo ó de pizarra, rielantes de metálicos reflejos, terminaba de un modo sorprendente la configuracion de la Villa al occidente.

Asi que, un inmenso monton, lo que los romanos llamaban ínsula, de casas plebeyas, flanqueado á derecha é izquierda de dos montones de palacios, coronados , uno por el Louvre, el otro por fas Tournclles, circundado al norte de un largo cenidor de abadias y de cercas cultivadas, el todo amalgamado y fundido á primera vista; sobre estos mil edificios cuyos techos de tejas y de pizarras recortaban unos sobre otros tantas cadenas singulares, los campanarios labrados, trasparentes, iluminados de las cuarenta y cuatro iglesias de la orilla derecha; por enmedio, millares de calles; por limites, á un lado, una cerca de altas murallas de torres cuadradas, (la de la Universidad las tenia redondas) v al otro el Sena cortado con puentes y cubierto de barcos : tal era la villa en el siglo xv.

Mas allá de las murallas, apiñábanse junto á las puertas algunos arrabales, si bien menos numerosos y mas exparramados que los de la Universidad. Detras de la Bastilla, habia veinte paredones amontonados alrededor de las curiosas esculturas de la Criiz-Fauhin y de los botilleres de la abadia de S. Antonio de los Cumpos; detras estaba Popincourt, perdido entre los trigos; luego la Courtilfe , alegrepuchlecillo do tabernas y figones; la aldea de S. Lorenzo con su iglesia, cuyo campanario, visto de lejos, parecia agregarse álas agudas torres de la puerta de S. Martin; el arrabal de S. Dionisio con la vasta cerca de S. Lázaro; fuera la puerta de Montmartre, la Granje-Bateliere; ceñida de blancas murallas; detras de ella, con sus colinas de yeso, Montmartre, que tenia entónces casi tantas iglesias como molinos, y que ya no conserva mas que los molinos. porque la sociedad en el dia no pide mas que el pan del cuerpo. Y en fin, mas allá del Louvre, veiase extenderse por los prados el arrabal de S. Honora'.o, ya muy considerable entónces, y verdear la Pequeña Bretaña, y desplegarse el mercado de los Puercos, en cuyo centro se arqueaba el terrible horno destinado á quemar á los monederos falsos, Entre la Courtille y S. Lorenzo, ya bahia observado la vista del espectador en la cima de una colina acurrucada sobre llanuras desiertas, una especie de edificio, que se parecia de lejos á una columnata derruida, en pié sobre un basamento despeado. No era aquello ni un Partenon, ni un templo de Júpiter olimpico , sino Montfaucon.

Si la enumeracion de tantos edificios, por mas sumaria que hayamos querido hacerla, no ha pulverizado á medida que la construiamos, en la mente del lector, la imágen general del antiguo Paris, reasumiremos en pocas palabras lo que liemos dicho. En el centro, la isla de la Ciudad, semejante en su forma á una enorme tortuga, y sacando sus puentes cubiertos de tejas, cemo otras tantas patas por debajo de su parda concha de techos. A la izquierda , el trapecio monolito fuerte, dense, herizado de la Universidad; á la derecha el vasto semicirculo de la Villa, mucho mas sembrado que la Ciudad y la Universidad de jardines y monumentos; y las tres partes, Ciudad, Universidad y Villa listadas de infinito número de calles. Por en medio el Sena, « el Sena nutridor», y como dice elP. Du Brenl, obstruido de islas, de puentes y de barcos; y todo en derredor, una inmensa llanura con mil espeeies de cultivos, sembrada de primorosas aldeas , á la izquierda, Yssy, Vanvres, Vaugirard, Montrouge, Gentilly con su ¡torre redonda y su torre cuadrada, ete.; á la derecha, otros veinte, desde Conflans hasta la Ville-rEveque; al horizonte una cenefa de colinas colocadas en circulos como el realce de un estanque. V en fin, á lo lejos , en el oriente, Vinrennes, y sus siete torres cuadrangulares, al sur, Bicetre y sus puntiagudas torrecillas; al uorte, S. Dioni-