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08 EL PADRINO

Margarita y su marido quedaban, desde ese día, instalados para pasar el verano, como acostumbraban todos los años.

Las personas invitadas á la pequeña fiesta campestre, eran si se exceptúa dos ó tres ín- timas amigas de Margarita, todas de la fa- milia.

Debía asistir también Eduardo Viñas que, como padrino de la festejada, no podía me- nos de ser invitado. Además, don Pedro que desconfiaba hasta de su sombra, no tenía ce- los de su sobrino; espíritu vulgar, sólo se guiaba por las apariencias y estas jamás, ha- bían dejado traslucir en Eduardo, el más mínimo interés por su tía política; por el contrario, la trataba con la mayor frialdad las pocas veces que la veía, y, por su parte Margarita no preguntaba jamás por Eduardo aunque pasara un año sin verlo.

Un observador inteligente hubiera com- prendido que esta indiferencia entre dos jó- venes que se habían querido en otro tiempo como hermanos, podía muy bien ocultar un amor combatido cuidadosamente por ambas partes por las voces del deber; pero Real, que no era inteligente ni mucho menos, no hacía estas deducciones. Por el contrario, hasta solía pensar que Eduardo, considerando á Margarita como una intrusa en su familia, le había cobrado antipatía !...