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DE CECILIA 41

noble, sino porque él no sabía 6, mejor di- cho, no procuraba hacerse querer.

A la joven no podía contentarle aquel pre- tendiente tan poco atento y cariñoso que es- tando á su lado, parecía pensar siempre en Otra cosa, pero al mismo tiempo le encan- taba su belleza, delicada y varonil á la vez, su esbelta figura, y su fama de inteligente, de serio y de estudioso.

A la verdad que al presente los caracteres de ambos jóvenes no se avenían; y digo al presente porque es casi seguro que, de ha- berse conocido antes que Eduardo se enamo- rara de Margarita, hubieran llegado á amarse con recíproca ternura.

Pero el carácter del joven había sufrido un cambio muy grande. Todo lo que tenía su novia de cariñosa y dulce lo era él de indi- ferente y áspero. Ella lo veía bueno y cor- tés con todo el mundo y sin embargo á su lado era huraño y malo; mientras hablaban de cosas indiferentes, era Eduardo un mo- delo de amabilidad; pero llegado al terreno del amor se transformaba, con nada estaba conforme, todo era motivo de discusión.

Laura, que así se llamaba la joven, sabía de memoria los nombres de todos los ami- gos y compañeros de estudio de Eduardo, cuanto estudiaba éste, lo mucho que amaba á su patria, y lo que ambicionaba para ella;