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38 EL PADRINO

—Si me las das...

—¡Tómalas!

— ¡Muchas gracias, Margarita |

— Después tendrás que decirme « tía » -- observó ella sonriendo tristemente.

— Es muy justo, -- murmuró él intentando chancearse pero con voz Opaca y trémula — confieso que me costará algo acostumbrarme así como á tratarte de « usted ».

Julia, sin comprender la amarga ironía que encerraban aquellas frases de los jóvenes, dichas en broma al parecer, observó riendo,

—¡Oh! De eso no hay necesidad puesto que la «tía» es menor que el sobrino y se conocen desde chicos.

Pero... díme francamente, Eduardo, ¿crees que don Pedro hará feliz á Margarita ?

— Desde que Vd. la permite casarse con él, supongo no creerá que pueda hacerla des- graciada..*

—No, hijo, no; pero como tú lo conoces mejor que nosotras podías decir...

-——El bienestar material puede suplir mu- chas cosas y en ese sentido creo que Marga- rita será feliz... muy feliz! dijo Eduardo con irónica frialdad.

La conversación del casamiento no pasó de ahí; Margarita parecía deseosa de que- rer cambiar de tema y habló de otras cosas.

La joven estaba como avergonzada, sus