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ARTISTAS MEXICANOS.

La estatua es ecuestre. El monarca está representado en traje romano, su ceja enlazada con una corona de laurel y en el acto de frenar a su caballo con su mano izquierda, mientras que su derecho extiende una macana. Una antigua espada descansa sobre su muslo, y una túnica imperial fluye en pliegues fáciles desde sus hombros cubriendo los muslos del caballo, que está avanzando, y pisando una bolsa de flechas. El rostro de Carlos no fue notable por dignidad o comando, por lo que, a fin de preservar la semejanza, la artista se ha visto obligado a usar todo el poder de su trabajo en la figura. Pero el resultado ha sido una estatua de gran Majestad y digna del elogio más juicioso. Aunque el modelo del caballo es ciertamente bueno, y las dimensiones bien conservadas en el colosal tamaño, sin embargo, es bastante evidente que el artista tenía sólo el animal mexicano en el ojo de la mente cuando moldeó su obra maestra.

Los defectos principales, tan bien como fui capaz de juzgar en su actual posición desfavorable, fueron las desproporciones del cuello y muslos; el primero está demasiado grueso y grande, mientras que estos últimos son demasiado pesados y pequeños, tanto para las patas del animal y la figura que soportan. La capa del soberano, la tela de la silla, espada, brida, la cabeza de medusa de las riendas y todos los accesorios, admirablemente terminados con el más alto estilo de arte. Uno de los críticos más severos y de buen gusto que jamás la han visto, compara este trabajo del nativo mexicano con la famosa estatua de Marco Aurelio en Roma, que tan frecuentemente ha sido el tema de elogios de los escultores más eruditos del viejo mundo.

De hecho, el arte de imitar la naturaleza en estatuas, es un talento quizás en ningún lugar más común que en México. No significa esto, que fina escultura sea común allá; pero conozco pocos lugares donde hay más talento para producirlo.

El momento que un extraño llega a México es asediado por una gran cantidad de fabricantes de figuras de cera, con pequeñas estatuas de los vestidos y oficios del país. Estos, es cierto, son hechos en moldes, pero el talento no es menos notable. Están hechos admirablemente. Vestido, característica, porte, acción, son todos atrapados y representados fielmente a la realidad, y ninguna colección puede ser adornada más dignamente que por una serie de estas figuras. Puede obtenerlos de cualquier tamaño, o cualquier tema; y aunque los materiales son frágiles, pueden ser transportados con seguridad desde la Capital a la costa. Si estas estatuillas son maravillosas, sus creadores no son menos. Sorprendería ver al artista, que produce una joya de una figura que en Europa costaría un par de doblones. Una pequeña habitación arriba de unas escaleras mal hechas, suficientemente grandes como vivir, donde su esposa cocina y duerme con dos o tres hijos en una esquina; mientras él, con su pedazo de cera y su horno portátil, está trabajando, moldeando y vistiendo sus figuras en otro. Tal es el taller, mientras el hombre mismo, es apenas diferente del mas común de los léperos.


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