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B. PÉREZ GALDÓS

miración nos causa en el hombre que pasó sus años floridos agobiado por crueles dolencias. Los que le vimos en trances morbosos muy graves, acechado por la muerte, pudimos apreciar el gallardo tesón con que el enfermo se desprendía de los brazos del dolor para lanzarse con brío á los afanes de la vida mental. Y verdaderamente inaudito fué que, afligido el cuerpo de Navarro de complejos achaques, se mantuviera siempre su entendimiento equilibrado y fresco, y que sus ideas no revelaran pesimismo ni melancólica negrura, sino más bien vitalidad, esperanza y alegría. El hombre doliente se ocultaba bajo la exuberante lozanía de un ingenio siempre sereno, gracioso y fecundo. Nunca se vió un espíritu tan sano en cuerpo tan enfermo.

Por esta fortaleza de su grande espíritu pudo Navarro, en pocos años, recorrer toda la escala que de las tentativas juveniles conduce al magisterio literario y á los altos sitiales de la gloria. Glorioso fué el último año de su desgraciada vida, en el cual le vimos rehecho de sus quebrantos de salud, y al parecer bueno, y con alientos y cuerda para muchos años. Creyérase que la Naturaleza, al sentenciarle á muerte, quiso también que en breve tiempo y espacio diera el hermoso árbol sus flores más bellas y su fruto más sabroso. En el año que había de finalizar aquella preciosa existencia, llegaron las cualidades mentales de nuestro amigo á su máximo desarrollo y esplendor, su