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—«Porque ha vendido el alma» — contesta- ron los follajes.

—«Muy pobre debe ser para vender el alma» —exclamaron desdeñosos los pavos rea- les, y abriendo su gran abanico de plumas se dispusieron a alejarse, diciendo: — «¡Y es por un ser tan miserable que interrumpís nues- tro sueño!»

Unas rosas cercanas, que recién esa noche habían abierto sus corolas de nieve, interro- garon a su vez:

—«¿Y no puede recuperarla?»

Las hojas se agitaron en ademán negativo, pero una ráfaga de viento las interrumpió:

—«¿Qué sabéis vosotras que no salís del jardín del rey? Yo que atravieso llanuras y montañas, continentes y océanos, y que ahora vengo de las selvas del Norte, os ase- guro que la esclava puede recobrar su alma.»

—-<¡ Habla !»—clamaron en coro, el follaje, la fuente, el rosal y los flamencos.

—«Pero es preciso para ello que atraviese

con una espina el corazón del príncipe Jorza»