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¿Quieres ser mía? Chilang, te adoro, adórame.»

«Bernardo Katig.»

Y una rosa en la carta.

—¡El cursi! ¡el fátuo!

Corrió al balcón. Todavía lo vió, atravesando la calle del jardín.

¡Katig! ¡Katig!

Se acercó él, pisoteando en su torpeza rosas, y quebrando ramas de los rosales, debajo del balcón

—¿Qué, Chilang?

—Esto.

Le arrojó la carta que quedó tamblando sobre un ramo de rosas, y cerró de un golpe la vantana.

—Cursi. Fátuo.

Llegaba tía Concha, con el negro velo aún prendido á la cabeza, de la iglesia, de