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mendicante , empieza a desgreñarse dándose con los puños en la frente y en la cabeza. De cuanto hacia el prisionero en cada una de aquellas salidas ó espectáculos, las guardias persianas que estaban por allí apostadas iban dando cuenta á Cambises. Admirado éste de lo que se le relataba por me dio de un mensajero , manda hacerle una pregunta :--- Cam . bises, vuestro soberano, dicele el enviado, exige de vos, Psaménito, que le digais la causa por qué al ver á vuestra hija tan maltratada y el hijo llevado al cadalso, ni gritas. teis ni llorasteis, y acabando de ver al mendigo , quien se gun se le ha informado en nada os atañe ni pertenece , ahora por fin llorais y gemis .» A esta pregunta que se le hacía respondió Psaménito en estos términos: - - « Buen hijo de Cyro , tales son y tan extremados mis males do mésticos que no hay lágrimas bastantes con qué llorarlos; pero la miseria de este mi antiguo valido y compañero es un espectáculo para míbien lastimoso , viéndole ahora al. cabo de sus dias y en el linde del sepulcro pobre pordio veia . Esta reg. sero , de rico y feliz que poco antes puesta, llevada por el mensajero, pareció sábia y acertada á Cambises; y al oirla, dicen los Egipcios que lloró Creso , que habia seguido à Cambises en aquella jornada , y llora ron asimismo los Persas que se hallaban presentes en la corte de su soberano; y este mismo enternecióse por fin , de modo que dió órden en aquel mismo punto para que sacasen al hijo del rey de la cadena de los condenados á muerte , perdonándole la vida, y desde los arrabales con dujesen al padre á su presencia .

XV. Los que fueron al cadalso con el perdon no halla ron ya vivo al principe, que entonces mismo, por primera víctima, acababa de ser decapitado. A Psaménito se le alzo en efecto del vergonzoso poste y fué en derechura presen tado ante Cambises, en cuya corte, lejos de hacerle violen cia alguna, se le trató desde allí en adelante con esplendor , corriendo sus alimentos á cuenta del soberano; y áun se le