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vuestra avanzada de edad ; idos por vida vuestra á dormir , sin tomaros la larga molestia de esperaros á que esos se ñores se levanten de la mesa , pues aquí me quedo yo basta lo último para servir en todo á nuestros huéspedes.» Amintas , que desde luego dió en que su hijo Alejandro , llevado del ardor de su juventud , podria pensar en obrar como quien era y como pedia su honor, replicóle asi: – «Mucho será , hijo mio , que me engañe , pues leo en tus ojos encendidos y estoy viendo en esas tus cortadas pala bras, que con la mira de intentar algun fracaso me pides que me retire . No, hijo mio ; por Dios le pido que, si no quieres perdernos á lodos , nada intentes contra esos hom bres. Ahora importa sufrir disimulando, presenciar lo que no puede mirarse y coser los labios. Por lo que me pides, me retiro sin embargo , y quiero en ello complacerte .»

XX. Despues que Amintas , dados estos avisos, salió de la pieza , vuelto Alejandro á los Persas: — « Aquí teneis, ami gos, les dice , esas mujeres á vuestro talante , ó bien que rais estar con lodas ellas, ó bien escoger las que mejor os parezcan; que esto pende de vuestro arbitrio . Entretanto, señores, lo mejor fuera, pues me parece hora de levantar nos de la mesa , mayormente viéndoos ya hartos de esas copas , que esas mujeres con vuestra buena gracia pasaran al baño , y luego de lavadas y aseadas, volvieran otra vez para haceros buena compañía . Dicho esto , á lo cual acce dieron los Persas con mucho gusto y aplauso, haciendo Alejandro que salieran las mujeres, las envió a su departa mento particular . El entretanto parte luego , y cuantas eran las mujeres , otros tantos donceles ó mancebos escoge en palacio , todos sin pelo de barba ; disfrázales con elmismo traje y gala de aquéllas, les da á cada uno su daga, y los conduce dentro de la sala de los Persas , á quienes al entrar con ellos habló en estos términos: Paréceme, señores mios, que hemos hecho nuestro deber en daros un cum plido convite, al menos con cuanto teníamos a mano y