mayor satisfaccion en poderle ser útil en alguna cosa.
—Confiado en la bondad de vueseñoría,-contestó don Abundo,-me he tomado la libertad de venir en estas desastrosas circunstancias á molestarle, y como ve vueseñoría, me he tomado igualmente la de traer olras dos personas. Esta es mi ama.
—Bien venida sea,-dijo el caballero.
—Y ésta,-prosiguió D. Abundo,-es una mnjer á quien vueseñoria ha hecho ya mucho bien, la madre de aquella...
de aquella...
—De Lucia,-dijo Inés.
—jDe Lucia!-exclamó el caballero, volviéndose con los ojos bajos á Inés.-;Mucho bien! ;Dios mio! usted es quien me hace no poco bien viniendo aqui... á... verme...
á esta casa... Sea usted muy bien venida: usted me trae la bendicion del cielo.
—Perdone vuestra señoría,-dijo Inés;-yo vengo á incomodarle...
Y acercándosele al oido, añadió:
—Y á dar á vuestra señoria las gracias.
No dejó el caballero que continuase, sino que se apresuró á pedirle noticias de Lucia, y oidas, se volvió á acompañar al castillo á los nuevos huéspedes à pesar de su ceremoniosa resistencia. Echó Inés una mirada á D. Abundo, como para decirle: «Vea usted si yo necesito şus consejos.»
—;llan llegado á su feligresia?-preguntó el caballero á D. Abundo.
—No, señor,-contestó éste;-mas yo no he querido aguardar á aquellos diablos. ¿Quién sabe si hubiera salido vivo de sus garras? y he venido á molestar á vueseñoría.
—Ahora, pues, animese usted,-dijo el caballero,-que está usted bien seguro. Aquí no vendrán, y si lo intentasen, sabremos recibirlos.
—Espero que no vendrán,-dijo D. Abundo;-pero siento-prcsiguiỏ indicando con el dedo las moniañas que cerraban el valle-que andan tambien por ese lado partidas de otra gente...
—Es verdad,-interrumpió el caballero;-pero no tema usted, que todo está previsto.
—Entre dos fuegos!-decia para si D. Abundo,-ipropiamente entre dos fuegos! ¿Dónde me he dejado conducir por dos mujeres necias? ¡Y este hombre parece que se baña en agua rosada! ;Qué gentes hay en este mundo! ;Qué gentes! Entrado en el castillo, el caballero mandó que conduje- 26