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EL ALMA DE LA MUJER 175

Al decir yo que la mujer superior se refina en el dolor, no quiero dar a entender que sólo sean superiores las muje- res infortunadas. Las mujeres que inspiraron dignamente a guerreros. novelistas y poetas; las capaces de dirigir y soste- ner a un filósofo o un político, de fundar nuevas tradicio- nes o de afianzar las antiguas, y de expresar las verdades por ellas descubiertas—todas esas mujeres pueden ser muy afor- tunada en la vida y hasta puede decirse que lo son con mu- cha más facilidad que las otras—; sólo que aunque el tacto, el discernimiento de que están dotadas, suelan granjearles con frecuencia muchas de las llamadas venturas, vienen a neu- tralizar estas últimas su clarividencia, su sensibilidad e in- tvición, en una palabra, sus buenas cualidades.

Sólo quien, por desgracia, posee estas terribles dotes, sabe las infinitas congojas que proporcionan y el gran peso que representan para andar desembarazadamente por la vida, qué imposibilidad significan de ser feliz, cuando todavía se suma a ellas la pasión necesaria para querer hacer triunfar lo que revelan, o sea, lo que creemos es verdadero y justo.

Este mundo es diáfano para las mujeres superiores. To- das esas recónditas razones que impulsan a los otros a obrar, toda esas ocultas pasiones que un grosero barniz cela a lo ojos de la mayoría de los seres, todas esas injusticias, más o menos inconscientes, que se cometen en provecho del po- der o la mentira, resaltan para esas mujeres superiores con absoluta evidencia, Ven con toda claridad cuán poco apre- ciada es en el fondo esa virtud que tanto oye ponderar de boquilla, y de cuánto prestigio disfrutan los vicios ajenos, en que cada cual busca apoyarse; ve cuántas veces pasa la cuquería por genio, la bajeza por superioridad, y cuántas otras es tildada de cobardía la digna timidez de aquel a quien la intuición y el altruísmo vedan el dañar a los otros y aspirar a puestos importantes; ve cuántos hombres corrom- pidos se lanzan contra la corrupción; siente harto bien que aquel gue alardea de despreciar el amor y la gloria, suele re- sultar después el más vano, ambicioso y sentimental; que el individuo que declara sentir sed de olvido y de sosiego, no desea sino excitantes, trabajos y emociones; que el hombre que más altruísta parece, suele resultar con frecuencia el más