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jeres que acertaban a producir obras literarias, científicas, ar- tísticas o sociales, semejantes a las del hombre y que mejor ha- bían asimilado la varonil cultura; para aquellas mujeres que vulgarmente se liaman las intelectuales, eliminando del torneo por la superioridad a aquellas otras que brillan como mujeres y que socialmente son las más importantes.

Escritores y pueblos modernos han dado en la flor de considerar como superiores precisamente a esas mujeres que han buscado un derivativo a sus propios instintos comprimidos o desviados en la esfera masculina; o a aquellas otras que, no habiendo podido florecer como mujeres, han aplicado parte de su inteligencia y de su corazón a esas esferas exteriores profe- sionales, peculiares al hombre. De aquí el general afanarse de las mujeres modernas, sin consultar para nada sus inclinacio- nes, por copiar con todas sus fuerzas al hombre, que venía a ser el modelo admirado y apreciado de ambos sexos.

Las consecuencias de esto no han sido nada livianas, pues el hombre, por el hecho mismo de tener una constitución diferente y haber sido creado para un cometido muy distin- to, no puede ser un buen modelo para la mujer, que precisa- mente por haberse aproximado a ese modelo imperfecto, con relación a ella, ha empeorado notablemente.

En época alguna decayó tanto la mujer como desde que se empeñó en imitar al hombre y la leyenda de la inferiori- dad de la mujer nació precisamente en el momento de creer- se, como hoy día, superior; porque en esta época actual, las mujeres mejores, las verdaderamente superiores, quédanse obs- curecidas bajo el relumbrón de las medianas, en quienes pue- de más la ambición que el amor, el frenesí de gloria supera al placer de agradar y la porción varonil del ánimo ahoga a la femenina.

.. Éste error de juicio, que ha hecho que la sociedad qui- siera medir por el mismo rasero a hombres y mujeres, ha si- do lo que ha dado pie a la leyenda de que son poco nume- rosas las mujeres superiores y que cuando existen son astros de segunda magnitud, hombres frustrados. Lo cual es exac- to, partiendo desde el punto de vista de la superioridad mas- culina: pues por el hecho mismo de ser nosotras mujeres, so-