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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Los soldados que asistieron á estos tratados pidieron que aquella amistad se confirmara con un casamiento, tomando César por mujer á Clodia, hija de Fulvia, la mujer de Antonio. Acordado tambien esto, fuerou trescientos los proscriptos á quienes dieron muerte; y ejecutada la de Ciceron, mandó Antonio que le cortaran la cabeza y la mano derecha, con que habia escrito las oraciones que compuso contra él. Traidas que le fueron, las estuvo mirando con el mayor placer, dando grandes y repetidas carcajadas; y cuando ya se hubo saciado, mandó se pusieran sobre la tribuna en la plaza, queriendo insultar á un muerto, y no echando de ver que era su propia fortuna á la que insultaba, y que él mismo era el afrentado en manifestar semejante poder. Lúcio César, su tio, á quien anduvieron buscando y persiguiendo, se habia refugiado en casa de su hermana; la cual cuando los matadores llegaron, como pugnasen por entrar en su cuarto, se puso en la puerta, y extendiendo los brazos les gritó muchas veces: «No matareis á Lúcio César, si no me matais primeru á mí, que he dado á luz al Emperador.» Habiendo sido mujer de esta resolucion, con ella logró ocultar y salvar al hermano.

Hacíase en general molesto é insufrible este triunvirato, echándose de ello la culpa más principalmente á Antonio, por ser de más edad que César, y de más poder é influjo que Lépido; pero él lo que hizo luégo que aflojó en los negocios fué retroceder á aquella vida muelle y disoluta de sus primeros años. Agregábase además á la mala opinion que de él se tenía, el odio no pequeño que contra él resultaba por la casa de su habitacion, que habia sido de Pompeyo Magno, varon no ménos admirable por su sobriedad y por su tenor de vida, tan sencillo como el de cualquiera particular, que por sus tres triunfos. Porque se disgustaban de verla por lo comun cerrada á los generales, á los pretores y á los legados, despedidos ignominiosamente desde la puerta, y llena de farsantes, de charlatanes y