se, que en Roma había hecho conocimiento con Antonio por medio de Timagenes, siendo de los Griegos el de inayor influjo con aquél y el principal instrumento de que se valia Cleopatra para tener embaucado á Antonio y quitarle del todo del pensamiento á Octavia, enviado á Herodes para retraerle de la desercion, se habia mudado tambien siendo traidor á Antonio; y confiado en Herodes, se habia atrevido por fin å presentarse á César. Mas de nada le valió Herodes; porque puesto al punto en prision por César, y conducido atado á su palria, allí le hizo dar muerte. De este modo sufrió en vida de Antonio la pena de su perfidia.
César no pudo sufrir los ruegos de Antonio; y en cuanto á Cleopatra, respondió que no le faltaria en nada de lo que fuese razonable, si daba muerte á Antonio, ó le echaba de su lado; y le envió al mismo tiempo á Tureon, uno de los libertos, hombre que no carecia de talento, y propio para inspirar confianza, hablando por un nuevo caudillo á una mujer orgullosa y muy preciada de su belleza. Como se detuviese en conversacion con ella más que los otros, y recibiese mayores obsequios, excitó sospechas en Antonio; quien poniéndole mano le hizo dar azotes, y se lo remitió á César, escribiéndole que con su entonamiento y su vanidad le babia irritado, siendo ahora más irritable con sus males; «y si tú, añadia, no lo llevas en paciencia, ahí tienes á mi liberto Hiparco: cuélgale y azótale para que estemos iguales.» Cleopatra de resultas, para aquietarle en sus quejas y sospechas, le obsequiaba todavía con mayor esmero: así es que habiendo celebrado su propio día natal sin pompa ni aparato, como á su presente fortuna convenia, para festejar el de Antonio salió de medida en el esplendor y el gasto: de manera que habiendo venido pobres á la cena muchos de los convidados, volvieron ricos. A César en tanto le llamaba Agripa á Roma, escribiéndole continuas cartas, porque los negocios exigian su presencia.