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Plutarco.—Las vidas paralelas.

muy bien recibido, sino solamente de Caton, quien le bizo graves reconvenciones por haberse adherido al partido de Pompeyo: porque decia que al mismo Caton no le habria estado bien el abandonar el partido que eligió desde el princípio; pero que Ciceron podia haber sido más útil á la patria y á los amigos, si permaneciendo en Roma, hubiera tirado á sacar partido de los sucesos, y no que ahora neciamente y sin ninguna necesidad se habia hecho enemigo de César, y se habia venido á meter en medio de tan gran peligro. Estas observaciones hicieron á Ciceron mudar de modo de pensar, y tambien el no baberle empleado Pompeyo en nada de importancia; pero de esto último él tenía la culpa con no negar que estaba arrepentido, con desacreditar las disposiciones de Pompeyo, con vituperar en las conversaciones todos sus proyectos, y con no poderse contener de chistes y burlas pesadas contra los mismos que participaban de su suerte; pues andando él siempre triste y con ceño por el campamento, queria hacer reir á los que no estaban para ello.

Pero será mejor referir aquí algunos de aquellos inoportunos chistes. Presentó Domicio para que fuese admitido entre los jefes á uno que era militar, y diciendo para recomendarle que era hombre de arreglada conducta y muy prudente: «¿pues por qué no le guardas, le repuso, para tutor de tus hijos?» Celebrando algunos á Teafanes de Lesbos, que era en el ejército prefecto de los artesanos por haber dado excelentes consuelos á los Rodios en ocasion de haber perdido su armada: «¿de qué nos sirve, dijo Ciceron, tener un prefecto griego»» Llevaba regularmente César lo mejor en los encuentros, y en cierta manera los tenía cercados; y diciendo Léntulo tener noticia de que los amigos de César andaban cabizbajos: «eso es decir, respondió Ciceron, que están mal con César.» Acababa de llegar de Italia un tal Marcio; y como dijese que la opinion que se tenía en Roma era que Pompeyo estaba cercado: