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CICERON.

das, y tambien con gran placer se detuvo en Atenas por el deseo de sus antiguos estudios. Trató, pues, á los hombres más célebres de aquel tiempo por su sabiduría; saludó á sus amigos y conocidos; y admirado de la Grecia, segun su sobresaliente mérito, volvió á Roma á tiempo que las agitaciones de la república, como tumor próximo á reventar, estaban å punto de romper en la guerra civil.

Habiéndosele decretado el triunfo, dijo en el Senado que le seria muy dulce seguir á César en la pompa despues de hechas las paces; y en particular daba consejos á César escribiéndole continuamente, é interponia ruegos con Pompeyo, procurando templar y apaciguar á uno y á otro. Mas cuando ya llegó el caso del rompimiento, y viniendo César contra Roma, Pompeyo no le aguardó, sino que abandonó la ciudad, y con él muchos y muy principales ciudadanos:

no habiéndose decidido Ciceron á esta fuga, se creyó que abrazaba el partido de César. Y no tiene duda que estuvo batallando consigo, y meditando mucho sobre á cuál de los dos se inclinaria; porque escribe en sus cartas: «¿A qué lado me volveré cuando Pompeyo tiene para la guerra el motivo más glorioso y honesto; pero César se ha de conducir mejor en esta terrible crisis, y ha de saber hacer más por su salud y por la de sus amigos? de manera que sé de quién he de huir, mas no á quién me estará mejor el acogerme.» Escribióle en esto Trebacio, uno de los amigos de César, diciéndole que segun el dictámen de éste, debia ser de su partido, y entrar á la parte en sus esperanzas; pero que si por la vejez no queria correr peligro, podia retirarse á la Grecia, y allí esperar tranquilamente los sucesos, apartándose de ambos; y picado de que el mismo César no le hubiese escrito, respondió enfadado, que no haria nada que no correspondiese á su anterior conducta pública. Esto es lo que se lee en sus cartas.

Así, cuando 'César marchó á España, él al punto se embarcó para ir en busca de Pompeyo; y fué de todos